Luego de ser declarada como una especie en extinción en 1987 tras la muerte de la mayoría de su población por comer carne de presas muertas contaminadas con DDT, cianuro o con residuos de plomo, el Cóndor Californiano se ha convertido en bandera de lucha por parte de diversas organizaciones ambientales del mundo, las cuales gracias a los proyectos implementador por países como Estados Unidos y México, han logrado desarrollar novedosas técnicas de reproducción en cautiverio, aplicadas a partir de 12 ejemplares capturados en 1986 antes de su total exterminio, alcanzando los 200 polluelos nacidos perfectamente en ésta condición, los cuales en su mayoría han sido liberados a su estado salvaje en las montañas de Baja California en busca de la completa recuperación de esta maravillosa especie considerada el ave más antigua de América del Norte.
El Cóndor Californiano (Gymnogyps californianus), es un ave accipitriformen perteneciente a la familia Cathartidae, pariente directo del Cóndor de los Andes. Cuenta con un hermoso plumaje negro azulado, con una pequeña cubierta blanca que sobresale debajo de sus grandes alas, las cuales completamente desplegadas pueden alcanzar hasta los 3 metros de longitud, lo que sumado a sus más de 10 kilogramos de peso, lo convierten en el ave voladora más grande e imponente del mundo. Su dieta está fundamentada en carroña proveniente de animales muertos, a los cuales desgarra meticulosamente con su potente pico especialmente diseñado para tal fin, llegando a consumir hasta el 50% de su peso corporal en alimentos antes de conseguir la completa saciedad.
Tras el éxito alcanzado en la reinserción del Cóndor Californiano a su estado salvaje iniciada en 1998, diferentes organizaciones ambientalistas pertenecientes a las Universidades de Colorado, Arizona y Baja California se han encargado de implementar medidas prácticas para monitorear y supervisar constantemente el desenvolvimiento de esta especie en libertad, así como su correcta y eficiente reproducción, capturando diferentes ejemplares cada año para estudiar su efectiva adaptación a estos nuevos hábitats, contando con la colaboración directa de entes públicos como el Departamento de Pesca y Vida Silvestre estadounidense (FWS), los cuales han desplegado grandes esfuerzos humanos y operativos constantes para evitar la caza furtiva de algunas especies comunes de estas regiones con perdigones de plomo, así como la prevención del envenenamiento por sustancias tóxicas de los riachuelos y arroyos naturales de la región, esfuerzos que han sido recompensados en el último censo realizado en 2017, donde se registraron más de 250 ejemplares en México, y más de 400 en California, números maravillosos que no dejan de ser insignificantes con los más de 5.000 que existían décadas atras.